
Lo reconozco, me gusta el Obispo Novell. Me parece una bocanada de aire fresco en la Iglesia española, acostumbrada a obispos más mayores que les cuesta mucho entender la sociedad actual. No digo que no los haya, pero a la mayoría les cuesta. Sin embargo a algunas personas se les han atravesado unas cuantas intervenciones suyas sobre la independencia de Cataluña, diciendo cosas como que: «Sobre la organización política de un país, la Iglesia no tiene ninguna opción previa. Por lo tanto aquello que democráticamente deciden los ciudadanos se tendrá que reconocer porque nuestra misión no es organizar políticamente la sociedad, sino acompañar a la gente a encontrar un sentido en la vida«. Interesante cuestión.

Y no es para menos. La Iglesia en Cataluña hace tiempo que tiene sus «escarceos amorosos» con la élite nacionalista y se nota. Hace unos días estuve en una boda, en un conocido monasterio de la provincia de Barcelona -por supuesto, monasterio sin monjes ya- y pude tomar la foto que acompaña estas líneas. Como la foto es de mi móvil y probablemente no se aprecia correctamente indicaré que se trataba de un poster tamaño A3 puesto en el lugar más visible de la entrada de la Iglesia donde se reseñaba un trozo del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que paso a citar (las negritas son mías):
d) Derechos de los pueblos y de las Naciones
157 El campo de los derechos del hombre se ha extendido a los derechos de los pueblos y de las Naciones,325 pues « lo que es verdad para el hombre lo es también para los pueblos ».326El Magisterio recuerda que el derecho internacional « se basa sobre el principio del igual respeto, por parte de los Estados, del derecho a la autodeterminación de cada pueblo y de su libre cooperación en vista del bien común superior de la humanidad ».327 La paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos, particularmente el derecho a la independencia.328
Los derechos de las Naciones no son sino « los “derechos humanos” considerados a este específico nivel de la vida comunitaria ».329 La Nación tiene « un derecho fundamental a la existencia »; a la « propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo expresa y promueve su “soberanía” espiritual »; a « modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales y, en particular, la opresión de las minorías »; a « construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada ».330 El orden internacional exige un equilibrio entre particularidad y universalidad, a cuya realización están llamadas todas las Naciones, para las cuales el primer deber sigue siendo el de vivir en paz, respeto y solidaridad con las demás Naciones.
La primera vez que uno lee esto fuera de contexto se queda bastante impresionado. Parece que Juan Pablo II apoya a «los pueblos» que lo deseen a independizarse. Lo cierto es que si vamos a la carta citada, Juan Pablo II habla de la invasión de su Polonia natal. En cualquier caso, una lectura más atenta nos lleva a un detalle sutil: «[…]el Magisterio recuerda que el derecho internacional[…]». El derecho internacional no apoya la independencia como tal de un pueblo diferenciado dentro de un Estado, por el simple hecho de que el 90% de los estados actuales se componen de distintos pueblos diferenciados dentro de ellos y esto provocaría una fragmentación desastrosa para la humanidad.
El concepto de autodeterminación viene dado para el problema de los pueblos invadidos o colonizados por países occidentales. Un muy buen estudio sobre la autodeterminación puede leerse aquí. El lío llegó en la Resolución 2625 de 1970 de las Naciones Unidas, donde se afirma:
Considerando que el desarrollo progresivo y la codificación de los siguientes principios:
[…] e) El principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos,
[…]
El establecimiento de un Estado soberano e independiente, la libre asociación o integración con un Estado independiente o la adquisición de cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo constituyen formas del ejercicio del derecho de libre determinación de ese pueblo.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a cualquier medida de fuerza que prive a los pueblos antes aludidos en la formulación de presente principio de su derecho a la libre determinación y a la libertad y a la independencia. En los actos que realicen y en la resistencia que opongan contra esas medidas de fuerza con el fin de ejercer su derecho a la libre determinación, tales pueblos podrán pedir y recibir apoyo de conformidad con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Podría parecer que la ONU está a favor de la independencia, pero:
Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descritos y estén, por tanto dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o color.
Ya la hemos liado. Porque en tal caso, la única salida internacional que le queda a los independentistas catalanes es demostrar que se trata de un pueblo invadido/colonizado. Precisamente lo que el nacionalismo trata de demostrar manipulando la historia, ya que de otra forma, la comunidad internacional no le apoyará.
Llegados a este punto más de uno se preguntará: «¿Entonces, qué piensa la Iglesia?». Pues bueno, en el fondo Novell no anda desencaminado. La Iglesia no está a favor o en contra de independencias. Está a favor del bien común. Ya lo demostró Juan Pablo II tras los intentos de secesión del norte de Italia:
Me refiero especialmente a las tendencias corporativas y a los peligros de separatismo que, al parecer, están surgiendo en el país. A decir verdad, en Italia, desde hace mucho tiempo, existe cierta tensión entre el Norte, más bien rico, y el Sur, más pobre. Pero hoy en día esta tensión resulta más aguda. Sin embargo, es preciso superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros de separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada.
Es decir, en el fondo, a la Iglesia lo que le importa es el ser humano. O sea, un cristiano debe plantearse «¿es la independencia de Cataluña lo mejor para todos?». Un independentista que quiera ser cristiano debe pensar si la independencia es lo mejor para los catalanes pero también para el resto de los españoles. Exactamente lo mismo que un no-independentista.
—
Mientras preparo esta entrada, Bruselas acaba de confirmar que Cataluña quedara fuera de la UE si se independiza.