Doce aspectos sobre de la educación de los hijos

Desde hace algunos meses vengo dándole vueltas a escribir algo sobre la educación de los hijos. Me tiene sorprendido cómo poca gente es capaz de darse cuenta que nos estamos equivocando en muchas cosas respecto a ellos y me gustaría comentar unas cuantas de estas cosas que como padre, me preocupan. No me refiero a los días en que por cansancio, desidia o cualquier otra cosa todos nos equivocamos, sino a principios fundamentales en los que creo que mucha gente está equivocada.

1.- La economía de la educación

Hace años -creo que en la universidad- alguien me dio una definición de la economía que me llamó la atención. Parece ser que es una de las más comunes: La economía es la forma de satisfacer necesidades con recursos limitados. Pero, ¿es solo una lección útil para gestión de recursos?  Durante muchos años he descubierto que esta definición es muy útil en la vida. Cada día tomamos decisiones con sus pros y sus contras, que tienen un coste económico, personal o temporal. Estas decisiones las tomamos casi sin pensar pero cuando decidimos algo, realmente lo que estamos haciendo es decidir no hacer otra cosa. Algo que en economía se llama coste de oportunidad, es decir, el coste de aquello a lo que se renuncia hacer.

¿Y qué tiene esto que ver con los hijos y la educación? Pues mucho. Los padres somos verdaderas máquinas de la perfección y queremos que nuestros hijos lo hagan todo bien. Y no nos damos cuenta que eso es un sinsentido. Los niños igual que nosotros son personas. Personas limitadas. Como tú, como yo y como todo hijo de vecino. Somos limitados. Nuestra capacidad de esfuerzo es limitada y debe ser economizada.

En ocasiones vale la pena dejar un capricho, que no es fundamental para su educación, y luego ser más firme en cosas que sí lo son. Por ejemplo: ¿qué es más importante, que el niño no coma una chuchería o que recoja su habitación? Pues a lo mejor vale la pena no esforzarse en lo primero, y sí en lo segundo. Es posible que si intentamos ambas cosas no consigamos ninguna.

Por abundar en los ejemplos, ¿qué preferimos, que el niño saque una buena nota o que haga una buena acción? Seguro que alguno pensará «hay tiempo para todo». No, a veces no hay tiempo para todo y hay que elegir. Las elecciones que hacemos en esos momentos no solo determinan cómo será nuestro hijo, sino que le dicen a nuestro hijo qué es más importante para su padre: sacar una buena nota o hacer una buena acción. El niño lo aprenderá y decidirá en consecuencia. La próxima vez, piénsalo. No solo se trata de sacar una nota. Se trata de qué le enseñas a tu hijo que es importante.

2.- El reflejo del padre

Nos empeñamos en que el niño sea un buen estudiante, aprenda idiomas, música, natación, esgrima y macramé. Que saque las mejores notas para ser médico / ingeniero / loqueseaquenosparezcalaleche. Porque debe ser lo que yo no he sido, o peor aún, más de lo que yo soy. Esto le supone una carga inmensa a nuestro hijo.

¿Qué sentido tiene que nuestro hijo sea igual o mejor que nosotros? ¿O que tenga que estudiar una carrera, cinco masters y 23 idiomas? ¿Para qué? ¿Queremos de verdad un niño con muchos conocimientos o formar una persona capaz de afrontar las dificultades, con autoestima y -de paso- buena persona? ¿Por qué imponerles una neurosis por ser algo para lo que a lo mejor no tienen aptitudes? Recuerda que todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil. O peor, pensando que ha decepcionado a su padre.

Además, estas cargas que en su mayoría de ocasiones son totalmente estúpidas porque el mundo cambia y puede que todo el esfuerzo se vaya al garete en dos minutos. Por poner un ejemplo, en España tenemos la manía de mandar a -casi- todo el mundo a la universidad, como si pasar por la universidad garantizara tener algún tipo de habilidad o conocimiento superior a quien no ha pasado por allí. Media España ha estudiado una carrera hoy en día, ¿y de qué sirve? De absolutamente nada. Hay muchos motivos por los que es así que no vienen al caso ahora mismo, pero el hecho es que en la época de nuestros padres tener una carrera garantizaba el futuro profesional. Hoy en día no sirve de mucho a la hora de conseguir un trabajo.

No hay nada de malo en aprender un idioma o jugar a futbol. Si tiene capacidad y es su vocación, adelante, que estudie o juegue. Pero no lo machaques con una carga que no es la suya.

3 .- Quedar bien vs. hacer el bien

He observado con tristeza que los padres -especialmente las madres- tienden a enseñar a los niños que hay que aparentar ser bueno, educado, ordenado, etc.

He visto madres pedir educadamente y con voz dulzona una disculpa a su hijo -de 10 años- después de haber llamado «mujer de mal vivir» a una señora, acompañándolo con un: «Ya sabes, son cosas de niños». Porque lo importante para esa madre es disculparse y quedar bien, no castigar al niño hasta el día del juicio final para que aprenda a comportarse. Leo continuamente grupos de WhatsApp infern…. esto… del colegio donde las madres comentan que «tenemos examen de conocimiento del medio para el viernes». Porque lo importante no es que el niño estudie, se esfuerce y aprenda, lo importante es que apruebe y si es necesario yo estudio con él.

He visto otras cosas que todavía me han preocupado más, y es cuando una madre tiene que explicarle a todo el mundo lo que ha hecho bien mi hijo mientras oculta aquello que no hace bien mi hijo. En ese momento el niño se da cuenta de lo importante que es publicar tus logros y esconder tus errores. Por desgracia, esto es algo generalizado, los niños son pequeños tiranos que mientras no nos hagan quedar mal se les consiente todo. Eso sí, tienen que aparentar, y esto es lo que aprenden: que lo importante en esta vida no es hacer las cosas bien, sino aparentar.

Fijaos en las redes sociales y veréis a lo que me refiero. Realmente no es importante ser buena persona o hacer las cosas bien sino puro postureo. Si alguien aparenta ser buena persona o tener 7 títulos es fantástico. Si aparenta ser mala o no tener muchos títulos es lo peor. La realidad da igual, se juzga a la gente por la apariencia.

4.- Nada es suficiente para mi hijo

Visualizad el corrillo de madres a la salida del colegio presumiendo de niño, de las vacaciones que se van a pegar o de la macrofiesta de cumple. ¿Lo tenéis? Pues eso. ¿Quién no ha acudido últimamente a cumpleaños de niños que dejarían en ridículo cualquier comunión/boda/bautizo de los años 80? ¿Y los regalos, que parecen sacados de una mansión de niño rico? ¿Realmente los niños necesitan tanto? ¿O es una cuestión de aparentar? «Es que fulanito hizo nosequé y yo no voy a ser menos». O «es que menganita lo hizo así y claro, nuestro hijo no se merece menos».

En este tipo de eventos, se forja la espiral del inconformismo de los niños. He visto a niños decir «qué asco de cumpleaños, no hay mago» o incluso coger un berrinche porque el regalo recibido no es lo «suficientemente bueno». Porque el pequeño tirano se lo merece todo.

Estas actitudes solo fomentan la tiranía de los pequeños y la profunda insatisfacción con su vida. Nada les parece suficientemente bueno si no supera lo anterior y en la vida real nunca va a ser así. Son niños asqueados de todo, enfadados permanentemente y a los que los padres no saben cómo hacer felices.

No somos malos padres por decir que no a nuestro hijo. Haciendo estas pequeñas «negaciones» los niños van aprendiendo lo que es importante y luego agradecen cualquier cosa que les regalen, o ir a la feria, o al circo… O cuando cogemos una caja de cartón y les enseñamos a pintar una casa para jugar. ¿No os ha pasado nunca que un niño se divierte más con la caja del regalo que con el regalo? Los niños disfrutan con cualquier cosa, si sabemos hacerles disfrutar.

Además, estas actitudes hacen que los padres se vean incapaces de tener otro hijo o hijos,  ya que es imposible «cumplir» económicamente con todos los «requisitos sociales». No deja de ser curioso que los países donde la natalidad es más baja son los más ricos. Y no, el problema no es del trabajo, la hipoteca, el coche, etc. sino que nos imponemos unas necesidades que no tenemos.

5.- No, no es demasiado pequeño ni inquieto para «saber estar»

Con los niños hay momentos en los que es posible que les cueste estar en un lugar en silencio o quietos, pero es un momento perfecto para que aprendan. Si vamos posponiendo la situación dándoles algo con lo que distraerse nunca conseguiremos que aprendan a centrarse, que aprendan a estar en silencio o quietos en una situación en la que se requiere estarlo, como por ejemplo, el colegio o en un restaurante.

«Es que mi hijo es demasiado pequeño». Salvo que hablemos de un bebé, no creo que haya niño demasiado pequeño para aprender a estarse quieto y callado. El problema es que para aprender a estarse quieto hay que ser muy constante y corregirle siempre que estemos en esta situación y eso es muy pesado.

¿Quién no ha visto a niños haciendo barrabasadas en un bar mientras los padres charlan distraídos sin hacerles el más mínimo caso? Y no, tu hijo no es demasiado pequeño, ni inquieto. Es que no le has enseñado nunca y cada vez va a ser más difícil para él saber estar. Y le va a pasar factura cuando vaya a la universidad, al trabajo, al médico…

6.- Mi hijo es el mejor…

Cuando era profesor me apareció una vez una abuela a la revisión del examen con su nieto. El nieto tenía 21 años y la abuela venía a pedirme explicaciones. Como no podía ser de otra forma, le indiqué el camino a la salida amablemente sin darle ninguna.

Pero estas situaciones son habituales. Sale el niño del cole diciendo que le han puesto mala nota y la madre dice: «No te preocupes que hablaré con la profesora». O por dejar en paz a las madres, vamos con un ejemplo de padres: los domingos en el futbol, hay padres que se convierten en verdaderos ogros porque «su hijo es el mejor, y tiene que salir de titular» o porque «el árbitro es un hijo de … que ha expulsado a mi niño». O la absurda manía de que todos los niños que participan en una competición deben tener medalla «por participar».

A veces pueden ocurrir injusticias, pero la vida está llena de injusticias. En ocasiones conviene dejar que los niños aprendan a lidiar con ellas. Sí, tu hijo puede ser muy bueno en muchas cosas, pero no puedes estar todo el día culpando a los demás de lo que no hace bien tu hijo. Le estás impidiendo aprender a tolerar el fracaso. ¿Qué harás cuando el día de mañana le despidan? ¿Y cuando le deje la novia? ¿Irás a insultarla? ¿Le encontrarás un trabajo? Deja que fracase, ayúdale a superarlo y será la mejor ayuda que hayas podido darle.

7.- … Mi hijo es un desastre

Este es el caso contrario. Decirle a tu hijo que es un desastre, que es malo, inútil o cosas por el estilo. Etiquetarlo y machacarlo de continuo con la misma cantinela hace que el niño acabe creyéndoselo. Y probablemente el niño tan solo necesita apoyo para mejorar en aquellos aspectos que no hace bien. Pero si lo machacamos asumirá que es incapaz, porque él es un desastre, lo dice hasta su padre.

En este tipo de situaciones lo que estamos haciendo es pagar nuestra frustración con nuestro hijo al que queremos cambiar. Pero el problema lo tenemos nosotros. Puede que nuestro hijo necesite ayuda para ser más ordenado, menos inquieto o más estudioso y nos sentimos incapaces de dársela.

Respira hondo, tranquilízate, y piensa «cómo sería la mejor forma de ayudar a mi hijo a…». Y ayúdale. Pero no le etiquetes.

8.- Normas, costumbres, premios y castigos

Seguro que conocéis a madres que se pasan el día diciéndole a sus hijos que son un desastre pero no hacen nada para cambiarlo. Me viene a la mente la imagen de la madre gritando «¡¡¡Eres un desastre, siempre te dejas todo tirado por el suelo!!!» mientras recoge la ropa del suelo, en vez de decir a su hijo que lo haga. ¿Qué problema hay? Que da igual lo que le digas a tu hijo, mientras le solventes la papeleta.

Imponer normas y costumbres es fantástico para los niños. Les hace estar más seguros sabiendo qué toca en cada momento, tener una vida ordenada y a la larga les ayuda a tener virtudes, que se construyen mediante buenos hábitos hacia el bien. No dar normas de comportamiento les hará ser incapaces de aceptarlas cuando sean mayores. Y si las normas se saltan, debe haber castigo.

Sí, he nombrado al «coco«, he dicho castigo. Castigar es algo natural. La vida va a castigar a vuestros hijos por su comportamiento, os guste o no. No hablo de dar palizas, ni de castigos exagerados pero sí de castigos firmes. Si te saltas la norma, tienes un castigo. Puede ser algo sencillo como ir a pensar al baño un rato si se trata de algo leve o  no poder jugar un tiempo con algo que le gusta algo si es algo más grave.  Hay que tener cuidado también con no prometer castigos desproporcionados –vas a estar un mes sin dibujos– que luego nunca se cumplen porque el niño aprende rápido que no son ciertos y su poder coercitivo desaparece. Por otro lado, en ocasiones una simple reprimenda sirve, pero cuando se trata de algo grave, omitir el castigo es un gran error.

Otra cosa que no debemos olvidar es premiar las buenas obras. Hacer bien las cosas es genial y es lo que deben hacer nuestros hijos, pero reforzarlas con un premio es una costumbre muy buena.

No se trata de premiar todo, pero sí cuando algún niño hace alguna cosa que le cuesta o hace algo especialmente bien se puede reforzar el comportamiento con un premio: unas notas fantásticas, reconocer una equivocación espontáneamente, ceder juguetes de forma voluntaria o proponerse voluntario para hacer tareas de casa sería un buen ejemplo. Enseñar a los hijos que sus actos tienen consecuencias, buenas o malas es fundamental para su educación.

9.- Los abuelos son abuelos, no padres

Sí, es cierto que la vida se come el tiempo y muchas veces hay que dejar a los niños en guarderías, con los abuelos, etc. pero los padres no podemos dejar de responsabilizarnos de nuestros hijos y dejar que otros los eduquen, y mucho menos los abuelos.

Los abuelos ya hicieron su tarea con nosotros y cargarles con la tarea de educar es un peso que por su edad les va a ser muy difícil. Y no me refiero a dejárselos de vez en cuando para que disfruten y mimen a nuestros hijos, sino que lo hagan de forma habitual en vez de nosotros. Se necesitan muchas fuerzas para enfrentarse a esos pequeños tiranos y la fuerza de la juventud es una ventaja que nuestros padres ya no tienen.

Los abuelos tienen un papel importantísimo en la educación de los pequeños, pero es el de abuelos. No de padres.

10.- Le he regalado a mi hijo un móvil / tablet / portátil / televisión…

Tengo que reconocer que yo todavía no he llegado aquí, pero creo que es uno de los aspectos más controvertidos de la educación de los hijos. Darle a tu hijo una de estas cosas le da una ventana abierta al mundo exterior sin tu supervisión. 

Esto es algo que debes tener en cuenta ya que habrá gente que le va a enseñar cosas que puede que no le convengan y no te enterarás. Es por eso que hay multitud de recomendaciones sobre estos aparatos, como poner controles parentales, supervisarlos, limitar su uso, ponerlos en un lugar de tránsito de la casa, etc.

No creo que haya ningún problema en hacer esto y además, en «fiscalizar» lo que ve, oye, juega o comunica nuestro hijo. Hay padres que lo ven como una intromisión en la intimidad. Personalmente pienso que no hay problema alguno en supervisarlo siempre que tu hijo sepa que lo haces. Es más, por mi experiencia como informático, creo que es necesario.

¿Entonces, cuando estará preparado para «volar sin alas»? Supongo que cada padre tiene su medida, pero creo que una buena táctica sería la misma que nuestros padres usaban con las «salidas». Primero te hacen llegar a las 8, luego te dejan salir a cenar pero siempre sabiendo dónde vas, etc. Ser gradual y viendo cómo evoluciona la cosa. Pero sería muy precavido con esto.

11.- Los padres, unidos, jamás serán vencidos

Si de algo tenemos todos los padres experiencia es que los niños son capaces de detectar las debilidades de cada uno, y explotarlas. Si papá dice que no hay chucherías, voy a preguntar a mamá, que es más blanda. Si mamá dice que me haga la cama, voy a ver si papá me deja ver dibujos. Los niños son listos, saben de dónde tirar. Y no hay que dejarles.

Presentar un frente unido da seguridad a los niños. Contradecir al padre o a la madre delante de los hijos es lo peor que puedes hacer, porque los niños descubren que pueden dividir a los padres y salirse con la suya. Si no estás de acuerdo y te parece gravemente injusta la decisión, cállate, llámale aparte y decidís qué hacer. Pero si no es  así más vale que su madre o padre tome una decisión incorrecta a que el hijo vea que se puede discutir la decisión de su padre o madre. Porque entonces tu hijo aprenderá que la autoridad de su madre o padre puede ser cuestionada

Por otro lado, el mejor abogado de un padre es la madre, y el mejor abogado de la madre, es el padre. No dejes de alabar lo que hace tu mujer o tu marido delante de tus hijos. Haz que descubran lo buena madre o padre que es, en qué se preocupa por ellos, cuánto les quiere, etc. De esta forma puedes ayudar a tus hijos a descubrir los sacrificios y los detalles de amor que hace su padre o madre, y eso es un bien inmenso para tu hijo.

12.- Estoy demasiado ocupado para hablar

He dejado para el final la más grave. Hoy en día el trabajo, las compras, el gimnasio, la televisión, la vida social, etc. nos absorbe tanto que ya casi no queda tiempo para hablar, para cenar en familia o simplemente para estar un rato jugando con nuestros hijos. ¿Cómo van a hablar con nosotros nuestros hijos de 12-14 años si cuando tenían 5, no queríamos escuchar lo que había pasado en el cole y los enviábamos a ver dibujos para que no molestasen? Tu hijo necesita un padre, necesita poder hablar de las cosas que para él son importantes, tener a alguien que le enseñe el mundo y en quién confiar.

Una de las cosas que creo fundamentales es la confianza: no mientas a tu hijo o perderá la fe en ti. Si prometes un premio, tienes que dárselo. si prometes un castigo, tienes que cumplirlo. Si vas al médico y le van a pinchar, dile que le dolerá. Si pregunta por algún tema sexual, explícale la verdad, aunque sea adaptada a su edad. Si pregunta por temas trascendentales, no rehuyas la conversación. Cada vez que entres en estas conversaciones estarás poniendo un cimiento más en vuestra relación, porque tu hijo sabrá que puede preguntarte cualquier cosa y le vas a decir la verdad. Y cuando sus amigos del cole le cuenten lo que se han enterado de tal o cual tema, él se sentirá genial porque su padre ya se lo había contado y te habrás anotado un tanto como padre.

No pretendo insinuar que tengamos una relación de amistad con nuestros hijos, pero sí de cercanía, y para ello hay que dedicarles tiempo. Y tiempo es tiempo, no es ese absurdo que se oye por ahí de «tiempo de calidad». Tal patraña no existe, no os la traguéis. Un niño sabe cuando estás tratando de compensarle el no haber pasado tiempo con él y os rechazará por tratar de engañarle. Es necesario aquí acudir al principio de la economía de la educación que he comentado antes: o el gimnasio o mi hijo, o el cine o mi hijo, o PonAquíLoQueQuieras o mi hijo. Tu hijo sabrá si renuncias a algo por él o no.

Para él, es necesario ver que hay alguien con quien hablar, en quién apoyarse, que le cuente las cosas, que realmente se sacrifique por él, etc. Hay que construir una relación antes de que sea adolescente porque la adolescencia dinamita las relaciones débiles con los padres. Empieza ahora, luego será demasiado tarde.

Tu hijo es un adulto en proceso

Un niño es un adulto en entrenamiento, si no le entrenamos, va a ser un adulto caprichoso, inquieto, con incapacidad de concentrarse, de tolerar el fracaso, y en ocasiones cosas peores.

La vida es una guerra y va a luchar muchas batallas. En las batallas hay sudor, sangre, victorias y derrotas y se las va a encontrar te guste o no. Así que hazlo por él, dale una coraza, las armas y el valor. Entrena un guerrero. Es lo mejor que puedes hacer en esta vida.

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